Vivimos momentos muy desafiantes en nuestro país. En todo el mundo, de hecho. Nuestros tejidos empresariales se ven altamente amenazados por la pandemia del coronavirus, que pone en jaque la viabilidad financiera de multitud de empresas, quedando, como siempre, empresas humildes y trabajadores por cuenta propia entre los grupos más desprotegidos. Para intentar no dejar a nadie atrás, en nuestro país se aprueban y sacan adelante diferentes medidas, pero no todo es siempre tal y como parece, y donde parece haber una ayuda puede esconderse un compromiso de futuro de difícil asunción. En este contexto, es muy importante para pymes y autónomos ser capaces de diferencia entre lo que es un préstamo y lo que es una ayuda directa.
¿A qué viene esta alerta? Retrocedemos hasta el 17 de marzo, cuando fue publicado en el BOE el Real Decreto-ley 8/2020 de medidas urgentes extraordinarias para hacer frente al impacto económico y social del Covid-19, que, entre otras medidas como la ampliación de pagos, aprobaba una línea de avales ICO por 100.000 millones de euros, una cantidad que en prestigiosos foros económicos se estima como insuficiente por la mitad de los 200.000 millones que deberían haber sido destinados para favorecer la liquidez de la empresas, y no solo para “parar el golpe”, como la denomina nuestro CEO Marcial Cruz.
Se pretende que estos avales sean concedidos, como máximo, por importes al respecto del 25% facturado en el ejercicio de 2019, o el doble del coste de la mala salarial, también del año 2019. Eso sí, esto no es el todo así, puesto que queda sujeto al criterio de los bancos, ya que son las entidades financieras quienes deciden su viabilidad. Son estas quienes también deciden el tipo de interés para pymes y autónomos, que pueden alcanzar hasta el 80%.
Préstamos, que no ayudas
Es aquí donde llega el quid de la cuestión. Y es que un préstamo no es una ayuda como tal. Los préstamos, tarde o temprano, hay que devolverlos. Y, además, con intereses. El problema existe a posterior tanto para el beneficiario del préstamo, como para la economía a nivel general, y es que los préstamos se están utilizando para resolver una situación que no se resolverá porque, los ingresos que venga cuando se recupere la economía, serán los que deberían haber llegado de no haber sufrido las consecuencias de esta pandemia del Covid-19.
Y es que es sencillo. Cuando los gastos corrientes son financiados con deuda, no se generarán los ingresos suficientes que puedan amortizar dicha deuda, saliendo como grandes damnificados los más vulnerables de esta situación, pymes y autónomos que sobreviven al límite de sus posibilidades.
Problema que no se generaría si, en vez de con préstamos, estas ayudas fueran, efectivamente, ayudas directas. Es decir, cantidades que no se tuvieran que devolver.
También siguiendo esta tónica, el Ejecutivo está facilitando el acceso a préstamos y no a líneas de crédito, que es como se debería financiar el circulante de las empresas. Esta circunstancia imposibilita a empresas humildes y trabajadores por cuenta propia solidificar una estructura financiera que les permita hacer frente a reveses como este y, al mismo tiempo, salir con fuerzas necesarias para recuperarse en el futuro. De este modo, se acaban generando gigantes con pies de barro, que asumen unas cantidades económicas que terminan provocando una ilusión monetaria diferente a la realidad. Difícilmente la ayuda -préstamo- recibida servirá para paliar la crisis, y cuando llegue el momento de devolverla, con sus respectivos intereses, la estructura financiera de la empresa quedará del todo debilitada, terminando este riesgo por generar más deuda pública y privada.